Los inútiles movimientos anti-Bolonia


Contemplo con cierta ternura los movimientos estudiantiles que hay en España contra la ley que va a regular el régimen de convalidación de títulos universitarios dentro del marco de la Unión Europea, la conocida como Ley Bolonia.

No entro a valorar la ley en sí, cuyo contenido desconozco, pero para el caso que me ocupa, me da igual. Lo que me produce ternura es verles, tan dispuestos a cambiar este mundo tan cruel: el inevitable cambio climático que nadie hace nada por resolverlo, nuestro planeta que languidece, las instituciones llenas de políticos corruptos que no saben de verdad lo que el pueblo quiere, el hambre, las guerras… y tantos motivos por los que el joven idealista lucha.

De estos movimientos estudiantiles universitarios sólo cuatro o cinco sacan tajada, y no son los que más gritan. Suelen ser los segundos o terceros de a bordo, los que menos gritan y más contactos hacen. Suelen ser aquellos que han estado «en el cotarro», pero sin exponerse. Ellos conseguirán plaza en la «Uni», que para eso se han movido o conseguirán un trabajo en la empresa gracias a los contactos mantenidos desde dentro de la Universidad. Pasado un tiempo, ya con esposo/a y una hipoteca, les traerá al fresco Bolonia, París, Atenas o la madre que los parió. Y hasta sus mismos estudiantes les traerá al fresco.

Los cabecillas suelen seguir con sus ideales un tiempo, hasta que se decepcionan abandonados a su suerte por los «compañeros», los que le apoyaban en su día, los medios de comunicación a quienes ya no les interesan ni sus actividades, ni Bolonia, ni mucho menos su persona. Los cabecillas, en el mejor de los casos, acaban sus carreras universitarias y algunos, los menos, son fichados «para la causa» por algún sindicato que los tienen haciendo fotocopias y cartelería variada en la sede durante las tardes de los sábados: «es por la causa, compañero. Quédate aquí, que hoy tengo cena con el comité…¡qué pesados son!… si necesitas algo, llámame«.

Para bien o para mal, cambiar no cambiará más que aquello que tenga que cambiar y que ya está dentro de los «posibles» para ser modificados, que para eso hay gente con experiencia moviendo los hilos. Mientras tanto, algunos ilusos seguirán pasando frío encerrados en universidades hasta que papá les llame al orden y los más regresen cabizbajos a tomarse el turrón y contar su epopeya reivindicativa en la cena de nochebuena, mientras la madre o el padre le pregunta acercándole un plato: ¿No quieres más gambas?

Fuente: Los inútiles movimientos anti-Bolonia