La amenaza de una enseñanza más cara y la carga burocrática que está generando el cambio lastran el gran proceso de homologación de las universidades europeas
El Espacio Europeo de Educación Superior pretende unificar todas las universidades europeas a un mismo sistema de enseñanza y titulaciones. Lo que conocemos como el Tratado de Bolonia es el resultado de un largo proceso que comenzó en 1998 y se consolidó un año más tarde, precisamente en el marco de la Universidad de Bolonia, en Italia, con la firma de casi treinta países, entre ellos España.
Bolonia supone para la Universidad española -y por supuesto también para la de Oviedo- un cambio que en esencia es una auténtica revolución. Cambiarán los títulos, las estructuras de las carreras, el sistema de créditos académicos, los plazos, los métodos de enseñanza y la realidad económica.
¿Será la Universidad del futuro inmediato más cara para las familias que ahora? Ésa es una de las dudas que ha generado en las últimas semanas un movimiento de protesta estudiantil que, por el momento, ha afectado a los grandes distritos universitarios: Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla, principalmente. Un movimiento que va a más y que busca sacar a la luz las sombras de Bolonia.
El secretario de Estado de Universidades, Màrius Rubiralta, declaraba hace un par de semanas a LA NUEVA ESPAÑA que Bolonia estaba «suficientemente explicada». No es exactamente así, porque la ministra de Ciencia y Tecnología, Cristina Garmendia, anunciaba el pasado jueves ante los rectores de las universidades españolas, incluido el de la de Asturias, Vicente Gotor, que el Ministerio abordará un nuevo esfuerzo de «comunicación».
Los rectores le enviaron un mensaje nítido de descontento hacia el océano de burocracia que la convergencia al espacio europeo está generando y de la que sabe mucho, muy a su pesar, la vicerrectora de Ordenación Académica, Paz Suárez Rendueles. La adecuación a los nuevos títulos tiene que pasar el filtro de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), un organismo que se ha visto desbordado por las solicitudes.
Once de esos nuevos títulos, los primeros que provienen de la Universidad de Oviedo, serán remitidos tras superar el «examen» interno de la institución académica asturiana. Como ellos, la ANECA tiene setecientos sobre la mesa.
En general, la Universidad española sufre un retraso en este proceso perverso que puede desmontar una solicitud a causa de un mero problema informático. Retraso respecto a los países más significativos de Europa. Hay plazos que se deberán cumplir. En el curso 2009-10, todos los títulos ofertados por la Universidad en España tienen que estar adecuados a la nueva realidad académica. Hay retraso porque faltó agilidad gestora, pero también porque no todo está en manos de la Universidad.
La adecuación europea de los estudios de ingenierías está pendiente de desarrollar el espinoso asunto de las atribuciones profesionales, lo que ha generado no pocos brotes de protesta entre los estudiantes; y eso es cosa del Gobierno central.