Todos somos socialistas (sobre todo, George W. Bush)


PABLO PARDO desde WASHINGTON

18 de septiembre.- Mi amiga Stephanie, que trabaja en la gestora de fondos de un gran banco estadounidense, ha puesto en su perfil de Facebook "Stephanie quiere un rescate". No lo tendrá, evidentemente. Para tener un rescate con dinero público hay que hacer las cosas mal, muy mal. Hemos creado un sistema regulatorio tan surreal—en España y en Estados Unidos—que se premia a quien peor lo hace y se castiga al que lo hace bien.

(Imagen: The Big Picture)

(Imagen: The Big Picture)

Hay que tener, primero, una entidad gigantesca (un banco, una aseguradora o una promotora), para que se cumpla aquella frase atribuida a Keynes que era algo así (cito de memoria) como "si usted debe mil libras al banco, usted tiene un problema; si debe mil millones, el banco tiene un problema". En otras palabras: debe ser "demasiado grande para caer". Pero eso no basta. Tiene que ser, además, "demasiado mala para caer". Es importante que la empresa no haya limitado la exposición de otras entidades a sus propios riesgos. Si así lo ha hecho, le pasará como a Lehman Brothers: ni un dólar (o un euro) de dinero público.

Pero, si amenaza con llevarse por delante a la economía mundial, bien en la forma de bonos en manos del Banco central de China (como Fannie Mae y Freddie Mac), o de seguros a hipotecas de bancos europeos (como AIG), tendrá un chorro de dinero: entre 18.000 millones de euros (que fueron los que le cayeron a Bear Stearns para que lo comprara JP Morgan Chase), 60.000 (a AIG) o 140.000 (a Fannie Mae y Freddie Mac). En el caso español, amenace usted con aumentar todavía más el agujero de la caja de ahorros de su región o con dejar a unos miles de votantes sin casa o sin empleo y ya verá como le llega alguna ayuda pública.

Es el mundo al revés. Hace diez años, mientras los bancos de Indonesia, Corea del Sur, Argentina, Brasil, Tailandia y Rusia quebraban uno tras otro, los expertos y analistas de Wall Street y de las universidades estadounidenses no paraban de exigir al FMI que obligara a esos países a dejar caer a esas entidades. A veces se llegaba a extremos de chiste: cuando la economía de Indonesia se colapsó, el Fondo le obligó, entre otras cosas, a abrir su mercado del arroz. No me imagino ahora a España liquidando nuestras ayudas al sector agrario porque las inmobiliarias están en quiebra. Es más, parece que el que esas empresas estén en quiebra es la ocasión perfecta para subvencionarlas.

Cuando las cosas van bien todos somos liberales. Cuando se ponen mal, metemos a Hayek en el armario y ponemos a Keynes en la peana. Ya en enero de 2001, en Davos, el columnista de Financial Times Martin Wolf nos hablaba del "extraño keynesianismo de la Administración Bush". Efectivamente, el actual presidente de EEUU defiende el no intervencionismo y la autorregulación mientras las cosas van bien (dicho sea de paso a mí me gusta mucho lo de la autorregulación. Me gustaría, por ejemplo, que se aplicara al fútbol, en la eliminación de los árbitros, y al tráfico, bajo la forma de la jubilación anticipada de los guardias. Por no hablar de la eliminación de los jefes, que en último término también establecen las reglas del juego de las personas que forman sus equipos).

Pero, cuando las cosas se ponen mal, tiramos del dinero público sin problemas. Los beneficios se privatizan. Las pérdidas, se socializan. Ya en 2002, The Economist dijo que Bush, con su aumento desaforado del gasto público, "es un socialista". Un socialista que le está saliendo carísimo a EEUU: la factura para el contribuyente de esta crisis es, por ahora, de más de 600.000 millones de euros. En otras palabras: casi un 50% más que la Guerra de Irak.

Para una familia estadounidense media de cuatro miembros, eso supone casi 8.000 euros, sin contar intereses. Pero el coste puede ser todavía mucho mayor. Como si se tratara de una economía emergente, EEUU tiene, en este momento, a su banco central virtualmente en quiebra.

Claro que la Reserva Federal—que es quien, con su política monetaria expansiva, creó esta catástrofe—ya ha logrado su paquete de rescate en forma de una emisión extraordinaria de deuda del Tesoro por 28.000 millones de euros. Evidentemente, es demasiado grande y de ella dependen demasiadas cosas -de hecho, la economía mundial- como para dejarla caer. No es ese el caso de Stephanie. De ella, no depende nadie. Así que tendrá que seguir esperando en Facebook que alguien le dé unos pocos millones.

Fuente: Todos somos socialistas (sobre todo, George W. Bush)